miércoles, 18 de diciembre de 2019

The Cave


Me cuesta un poco comenzar este relato. ¿Describir primero el lugar o los personajes? A veces no sé dónde comienza… o si tiene un inicio real. La trama gira en loops sin que me dé cuenta hasta que descubro un párrafo revelador (Soñar de vivir una noche en loop), como si todo estuviese hilado en telarañas atemporales (Hilos sin Tiempo). Tecleo, suprimo, tecleo. ¿Y si es la mente la que asocia lo que nos ocurre/va a ocurrir/ocurrió?
Todo empezó/culminó una noche de esas que fluyen con las primeras brisas de verano, donde los cuerpos acostumbrándose a estar destapados se sienten volar. Intenso. Es la palabra que me viene a la mente cuando pienso en esos años que cierran más que una década; cerraron heridas, cerraron gobiernos, cerró la puerta del amor (tantas Veces). Pero una puerta especial se encontraba en una sala de ensayo oscura y húmeda, dentro de una casona centenaria. Al pasar por el conocido umbral me dio escalofríos, y por un momento dudé si empezar a pellizcarme o girar un trompo, para saber si estaba incepcionando en un sueño. Allí dentro, en el patio cubierto por chapa barata, vibraba un limbo de cosas cambiantes y perennes. La sala N° 1 reservada los miércoles a la tarde por 2 h, una caja sonoramente aislada del mundo, para reflotar el mundo interior; las birras después eran el cable para volver a tierra. La sala N° 5 con gente nueva sentada el sillón que recordaba como perchero de camperas y fundas, mientras que la música no era rock sino melodías del renacimiento, las birras en latas adentro y de acompañamiento una guitarra criolla. El bar de los conciertos se esfumó, pero vive en una foto.
 Cómo poder imaginar que la energía se conservaba en ese lugar -concentrada-, a tal punto que conectaba 13 años en un agujero de gusano, como lo hacía justamente, una Cueva, en la serie Dark. La realidad no es más que una dimensión de bolsillo que tiene la posibilidad de transmutarse, y sin viaje lisérgico, el ectoplasma de cada cual puede verse desde arriba, escapándose. No sólo mi mente, la gente que me rodea también se encuentra en transición fuerte, cada uno a su manera, y nos miramos como en espejos de agua dulce, ribereña. Tal vez nos reunimos para aprender y esto no sea más que un eterno vestíbulo en el purgatorio, donde tengamos que vivir una y otra vez lo mismo. Y justo como al personaje de esa mítica serie -tan genial-, cada reinicio me siento más indolente y receptiva. Ya no pataleo porque no sale como quiero, ya me doy cuenta de que lo único que tengo que hacer es entrar otra vez y conectar 13 años al pasado o al futuro. Las caras cambian pero las esencias no, hay un patrón, es la primera vez que lo veo (no, no... ahí me acuerdo que ya lo percibí antes). Tantas vidas en una vida, y catalizadores del recuerdo que ya no pica, diseminado por ahí. La trama los guarda, en puntadas severas contra el lagrimal. And suddenly there’s a war in my mind.
Ahora me siento a tomar mates esperando que las tanzas con anzuelo traigan los ansiados peces. Me siento en un aeropuerto mental, esperando arribos, guardando recuerdos en maletas. No me puedo concentrar. Experimentada o no, siempre me queda el vértigo con el cual estoy acostumbrada a girar, y los graves de los parlantes del bajo golpeteando en el pecho. Siento que todo me tira para múltiples direcciones, mi alma partida entre muchos lugares y personas, me vuelven vulnerable y a la vez fuerte. Cual lovecruxes, renacería de cualquier pedazo de mí que dejo por ahí. Es un hecho, se abrió un portal en otra dimensión y en otra ciudad, donde el viento me lleva y me hace girar. Y la noticia más linda de la vida viene a tocar mi puerta y me deja una tanza y un anzuelo, para encontrar el camino al volver.

No hay comentarios: