domingo, 10 de mayo de 2009

Intersecciones


Otra vez me encuentro en un cruce de autopistas, contemplando los vehículos pasar, escuchándolos zumbar junto a mis oídos, y yo estática… caprichosa como éste otoño que todavía quiere ser verano, y no deja a las frías mañanas salirse con la suya.
Me da gracia, ¡los transeúntes me confunden con una piba de 19 años! ¿Será mi apariencia un débil reflejo del miedo a que la frescura de la edad no se me escape y me quede seca? Parecer más joven es quedarme aún más estática, es demostrar que el peso de las crecientes responsabilidades no se cargan aun sobre mis hombros, es remolonear en la cama de la comodidad, a salvo del pánico de subirme a un coche y acelerar. Igual no pienso subirme, no. No creo que ésos autos sepan dónde van. Quizás no vayan a ningún lado, quizás sólo estén aparentando que en su afán de movimiento están realmente logrando algo (a veces se jactan de ello).
Creo que sí, que trato de seguir siendo verano… porque temo olvidar quién soy y qué quiero. Cuando uno está corriendo en medio del vórtice de ésta autopista, cada vez más ocupado está el espejo, queremos más y más cachivaches, cada vez más la mente trata de memorizar fórmulas fácilmente olvidables, sin siquiera entender la mecánica de éste juego. Pero también es en vano temer, los cúmulos de vivencias no desaparecen con las estaciones. Sigue estando en una parte de mi inconsciencia todo aquello que absorbí, y en ella se hicieron síntesis, para soñar así presagios. Algunos, muy lindos presagios…