miércoles, 5 de diciembre de 2007

Este fue un viaje de ida


Se termina el año... qué cosa esto del calendario, al cual adaptamos desde las ganas de hacer cosas hasta nuestro humor. Cuando llega ésta época, la rutina, el estudio y/o trabajo ya hartan; uno se cansa del corte de pelo, del color de las paredes del cuarto, de la piel blanquecina y hasta de la marca de yerba con que cebó los mates durante meses. Particularmente, a veces uno está cansado de las emociones. Sean fuertes o debiluchas, cuando son muchas... a veces no son tan buenas. Este verano me recibe con aires hippies... algunos cuando estaban mal en algún lado (feeling sort of “bad vibrations”) simplemente se trasladaban a otros ámbitos para renovar el espíritu. Bueno, voy a adoptar en parte su filosofía (¡pero no su vestimenta!) y ampliar mi panorama conociendo otras realidades; dejar de ver este siempre-verde llano de nuestra pampa húmeda para llenarme los pies de tierra de siete colores y de puna los pulmones. Y quedarme escuchando el silencio ancestral de esos valles quebrados, con cielos límpidos y pueblos perdidos.Quiero de una vez liberar ese pájaro que sabe ser mi alma viajera, recordar cómo es esa chica aventurera que late en mí (aunque vamos a estar un poco roñosas lo admito, me la banco). Quizás así de alguna mística manera el viento norteño se lleve las viejas penas... para que adentro nazcan cosas nuevas.