martes, 22 de agosto de 2017

Sorry not sorry

A veces parece que el mundo es un circo y vos el payaso, el jorobado deforme al que todos alrededor se le ríen sin que se de cuenta, hasta que se mira al espejo. Tener en la frente estampada la burla y la espalda llena de cartelitos para que te den patadas en el culo. 
Y la impotencia de perder... ¿o la hermosa providencia de perder?

Entonces necesitás la bofeteada, porque llorar aunque uno intente, no sale. Y la voz de afuera que calme ese ego herido para decirte que no vale la pena, que sos hermosa igual así con todas tus ojeras a la mañana. Con tus carcajadas, con tu buena onda, tu caradurez y esa inocencia que aún te queda, de pensar que no todos ocultan su verdadero ser. Que alguien va a mirar esas ojeras, y tu pelo revuelto, y querer quedarse oliéndolo. Que es otra cosa lo que vale la lucha y que vos vales el intento, que hay que mirar para otro lado y apartar las manos del fuego. 

El perder puede ser liberarse de cadenas, de caminos que no son tuyos y de complicaciones futuras. Por algo las cosas lindas quedaron en la nada, no hay peor cosa que dar algo que no es bien recibido. Escuchá esa vocecita que habla despacio y te dice todo ésto, y ponele un megáfono. Que se saque esa timidez por pensar que es normal que al principio nadie te trate bien. No es así, no es así. 

Y ahí te vas a perdonar.

A veces cuando parece que nadie te ama, vos te tenés que amar. Forzadamente si querés seguir viviendo. Todas las mañanas cuando abrís los ojos, todas las tardecitas cuando te bañás con agua caliente, cuando te alimentás, cuando mirás, cuando disfrutás. No hay que cambiar nada por nadie, menos si no te lo piden o dejás de ser vos mismo en el proceso. No hay que esforzarse por gustar, sino por ser auténticos.

Y ahí, sí te van a amar.