martes, 23 de septiembre de 2008

Au rêvoir

Me fui. Lo siento. Acá no hay acordes, pero no hay espinas. Y soy feliz, no como querría serlo, pero como mejor puedo. Otra vez, la furia no es sino un rebenque para pegar en todos lados, sin diana, sin puntos. No me importa lo invertido, no me importa dejar pendiente una canción sin melodía. Me fui. No me busquen.

Me fui. Lo siento, a vos también. No soy para vos, allá en la distancia, más que un reflejo distorsionado. Por eso también me voy, dejo tras de mí la caricatura de labios rojos y lunar indiscreto para que te rías de mí, para reírme de mí. Patinaste fuera de mi credo.

Me fui. No está más el fondo de mi jardín esperando aquel Eneas. Juego a vestirme de lunas y cantarle todavía... a quien quiera verme como soy, a quien pueda ver escondida la puerta y dejarla abierta. Al que pueda sentir cómo siento cuando quiero.

Me fui porque soy así, porque cambio de caminos y nunca pero nunca me verán volver por ellos.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Ay, no!

Si hay algo que temo en este mundo es convertirme en aburrida. Desayunar todos los días lo mismo, llevar mi pelo de la misma manera (así, con raya al costado derecho y sin peinar), hablar de tiempos pasados en tiempo pasado y someterme a la misma risita para celebrar una anécdota. Hacer las mismas poses en la cama, cantar la misma canción melancólica, volverme repetitiva en mis ideas a escribir. Pasar a ser predecible, disociar toda espontaneidad, perder el misterio, camuflarme con la pared. Convertirme en el protocolo de mis experimentos: reglada, metódica, obtusa; y así dejar de sorprenderme, dejar de sentir mariposas en la panza, de querer bailar la danza del azar cada mañana. Como si no hubiese más sabores de helado que inventar, como si la estabilidad significara rutina, y la felicidad satisfacer las necesidades básicas y los dictados sociales.
Y sin embargo a veces lo hago... Es fácil caer preso en la comodidad de los límites conocidos, o veces aletargar la curiosidad para no ceder impulsividades, sólo “descatalizar” las etapas. Pero eso de volverme aburrida me aterra. Porque no es cuestión de que no haya más que explorar, es porque faltan las ganas de hacer cosas nuevas. Y uno se vuelve viejo de golpe, se frenan los sueños, que no por chicos son insignificantes (vale tanto querer irse de viaje como tener una planta nueva, vale hacerse un piercing como cortarse el rulo de atrás), vamos llegando al viernes y nuestro mayor deseo es dormir... ay no! Que no me pase!