sábado, 20 de agosto de 2016

Transparencias

No es importante.

¿Y qué lo es?
¿Las cuentas bancarias, el ahorro de energía, los señores que hablan en la tele? ¿Que la lluvia no arruine el finde de asado, los 40 likes de la foto del perrito, la llamada perdida de madre?
Las protestas. Las derrotas políticas. La angustia del futuro incierto.

¿Pero las caricias, los abrazos?
Las miradas que se cruzan todos los días, la conexión electrizante -decime si no la sentís- y el temblor del sentimiento que nace como de un magneto invisible que pone los corazones a gravitar. La lengua que calla, porque ya está todo dicho, y en el silencio del paladar se hace aguas por ese beso que aguarda (tanto) otra oportunidad de explotar.
Encontrarse para morir exhaustos, asociar cada detalle con una canción.

¿Qué somos al fin, más de lo que mostramos, o no? Un alma vestida, una luz que brilla entre cortinas, asomada por el hueco del iris. Un alma con embrollos, insomnios y esperas, que aún así soríe.
¿No es eso lo que importa? ¿Lo que se vislumbra a través de la piel? Lo que nos conecta, lo que tira a la vida; lo inevitable de coincidir. De tantas maneras nos encontramos (¿puro azar?), y me pedís que te olvide. A sus órdenes, mi capitán, perdón por mi alma salvaje que no entiende...

... que nada de esto es importante -o no lo soy-.


Lo que importa son las decisiones.

Probabilidad

Dicen algunos filósofos matemáticos que el mundo numérico existe, por fuera y por dentro de nosotros, invisible -como los demonios y los dioses- que gobierna cada partícula que es, no es, o puede ser. Que el mismo no es mero invento humano -aunque ocupe sólo espacios teóricos como el cielo o el infierno. Lo llaman "the code": indescifrable por completo, visible en números mágicos, fórmulas, leyes y constantes. Patrones que ordenan el caos, que buscan soluciones lo más simples y eficientes -a lo navaja de Ockham-, para resolver todos los desafíos evolutivos, porque sí, la vida es ab origine parsimoniosa.
Y acá estaba yo, pasada la 1:00 a.m., con mi entrada de la salsera en la mano, rezando:

SORTEO
Nº 889
Nunca me gané nada. Pero hoy quizás la suerte me guiñe el ojo... a guardar y a esperar.
-Un, dos, tres, cuatro-cinco, seis, siete, ocho - cuentan los pasos para la marca y el giro, y cuatro manos con cuatro pies deben fluir juntos como la marea y los botes. Danzar al compás de las ondas de sonido: 1/2, 3/4, 5/8, frecuencias armoniosas.
Pasa la noche entre sudor, cerveza y suelas gastandose, y el papel que late en el bolso quiere salir. Empieza el "azar probabilístico" de la elección; pienso que es muy sesgada, porque no son dados, no tienen caras iguales por las que rodar y caer según la fuerza que los tira. No, éstos papeles son más caprichosos. 
-¡Y ahora para el full pass de talleres y concierto!- canta el organizador. -Y el número eeeesss.... ochocientos... noventa... ¡y ocho!
898. Nadie lo tiene. Y yo tengo el 889. Misma esencia, distinto orden. ¿Lo puedo hacer pasar por ganado? No. Éste es par, divisible por sí mismo y por 449, 2 y 1. El mio es impar, divisible por sí mismo y por 127, 7 y 1.
 7/2=3,5; 449/127=3,53. 1/1= 1 ; 898/889=1,01
Titubeando, me quedo con el papelito amarillo en la mano, pensando de qué sirven estas similitudes si el resultado es diferente a lo que deseé en suerte. Termino viendo cómo se re-sortea y un ridículo 1027 se gana el full pass festejando, para yo quedar con las ganas y la bronca. Por más que haya cruzado los dedos, ser parecidos no es ser iguales y me cambia el significado de todo, por completo. 889, 898, 988.
Casi, pero no.
Casi llego, también, a verte en el concierto. Ibas a estar seguro allí, con otra combinación en tu entrada, y no pude volver a hablarte, y decirte que de todas las noches que te soñé despierta ésta era la que más se le asemejaba. Y por más que la probabilidad mueva a este sorteo, la física a los giros, y la química a tu olor inconfundible, las palabras no pudieron traducirse de mis ojos a tus ojos y todo quedó en un casi-posible.
"¿Por qué me miran esos ojos, qué han de estar buscando, que hacen blanco en mí? Suave, que me estás matando amor; suave, que me vuelves loco amor. ¿ Por qué te quiero tanto niña, dime lo que has hecho pa' quererte así?". Suena de fondo.
Suena el teléfono ahora, preguntando cómo estoy. Miro la foto del mensajero y no, no es tu sonrisa, la del buzo azul en una postal de domingo, sino el amigo que en esa misma foto posa abajo tuyo. Y el suspiro inunda al silencio.
Casi, pero no.
Otra combinación errada. Otro que no entiende mis ojos -o mis ganas, y mi bronca. Pero yo sí entendí los tuyos, enfocados a lo lejos, para no mirarme, porque si me mirás me hielo. El código del juego apareció ante mí tajante como aquella navaja que corta caminos, rápida pero incómoda y lacerante.
 "Cinco, seis, siete, ocho" marcan mis tacos mientras sonrío burlonamente al destino, cruzando la puerta.

domingo, 10 de abril de 2016

Soñar de vivir una noche en loop

Camino por la vereda, y las luces se me hacen familiares. Los carteles, ya los leí. Taconeando, ya apretan los zapatos. Ey, ¡esta panadería es la misma que la de Alem! Qué raro. Pero ahora tendría que estar por Sarmiento, cómo puede ser... Pará, el auto ése se había estacionado así hace 10 cuadras, y el perrito aquél me siguió por otras dos pero después giró a la izquierda. Esto es muy raro. En una dimensión infinita, las cosas pueden parecerse, tal vez.

Intento moverme en zigzag y ¡lo mismo! Los carteles y la panadería, el auto y el perro, ahí donde una esperaba encontrar una cerrajería abierta, para cambiar la combinación de las cerraduras, porque no me andan bien hace unos meses; ¿sabés? Con la misma llave puedo abrir varias puertas diferentes, ¡un peligro! Un peligro además si alguien le hace una copia a ésa llave, imaginate qué cosas se pueden meter -o escapar. Pero, a la vez no es tan alocada la idea, teniendo en cuenta que voy pisando por una ciudad donde carteles y panaderías se clonan en tándem. Así que bueno, qué iba a esperar, me di cuenta enseguida y salí al trote, pero no encuentro la cerrajería en estas calles iguales; ¿cómo puede ser que me pierda de la mañana a la noche después de tantos años recorriendo estas veredas?

Hay un tipo fumando en la esquina y me mira con cara de "¿otra vez por acá nena?", no entiendo, porque nunca lo vi en mi vida, apareció ahí esta noche. Posa en mí sus ojos de cazador, de león que se sabe rey. Creo que me sigue. Me per-sigue. Pucha, qué hago. Se me acerca, levanta una mano (ay, apúrense pies apretados); qué difícil es correr con tacos, me alcanza, ¡cómo corre! Pero no corre, parece atado a mí, parece que puede atravesar paredes. Posa en mí su mano en el hombro, y me habla.
- Piba, no corras.
- ¿¿Qué querés, persiguiendo así a una mujer?? Soltame.
- No te confundas, basta de caminar así, no te voy a hacer nada.
- Me lo podrías haber insinuado de otra manera, hoy una piensa cada cosa de cada uno...
- ¿Nena no te das cuenta? Estás caminando en círculos. Yo sólo estoy parado en la esquina, te veo pasar una y otra vez, taconeando como si tuvieses un lugar importante donde llegar; pero parece que no lo encontrás.
- Jodeme. Con razón no encuentro la cerrajería. A veces a la noche, cuando cambia la luz, la ciudad se me da vuelta. Veo otras cosas, pero pierdo las que veo en el día. ¡¿Perdí la orientación totalmente?!
- No parece, porque a veces me sonreís. Otras me guiñás un ojo.
- ¿Qué? No, nada que ver, aparte me tendría que haber dado cuenta ¿no te parece? Estás demente, ¡¡o estoy demente!! ¡Ay, no! ¿Dónde estoy? - ahí sale un llanto a lágrima suelta-.
- Pero pará, calmate, ¿dónde pensás que estás? ¿Qué ves?
- Creo que tengo que estar por Moreno y Córdoba, sí, por el edificio de la esquina y porque hay bicisenda.
- ¿Eso es lo que ves? Piba, tu mente ve 10 cuadras más adelante, y encima ni siquiera. En Córdoba no hay bicisendas. Estamos por Sarmiento, pleno centro. Y tus ojos están acá, ¿qué buscan allá?
- No lo sé... no lo entiendo... ¿cómo?... no, pará, tengo que seguir buscando, voy a doblar. Gracias che, voy a mirar con más cuidado.

Y doblé la esquina, pero tuve que frenar. Primero, ¿para qué caminaba tantas cuadras? Segundo, ¿siempre al mismo tipo, y yo no lo veía? Miré las llaves que asomaban de mi bolsillo... eran miles. Y todas diferentes. Y los carteles, todos parecidos, y las panaderías de las 6 de la mañana con el mismo olor a medialuna recién hecha, y los autos que pasaban.
Me mareo. Me desmayo. Me despierto. Era de noche. ¿Era mi vida esa noche?

jueves, 7 de enero de 2016

Ventana

Tengo un rincón en el alma donde guardo las mañanas de verano. Ésas que se empiezan bien temprano, cuando los autos no rugen aún por las calles. Mañanas de cada paso del estío: primero las perfumadas con tilo, luego las vestidas por flores de lapacho, y por enero las que me cantan suavecito una canción a trino de pájaro, para que me levante bailando. Mañanas que me abrazan con su brisa del sudeste, y acarician mis cabellos alborotados. Hoy la miro desde el sillón, con las ramas reverdecidas del árbol ya lleno de frutos como cuadro viviente. Y me cuenta lo que sueño -dormida y despierta- provocando sonrisas y sonrojo. Y añoranza, que con los rayos crecientes de sol se va olvidando.

Mañanas que ansío compartir con otro par de ojos...

¡Eh, muchacha, que la vida se te pasa! Me dijo una Noche de Verano, al calor de la leña encendida.

Si tan sólo se pasara despertándome cada día con frescas mañanas de verano...