domingo, 3 de enero de 2021

2020 EPQTRP

Últimamente reniego de hacer el recuento de fin de año como si el tiempo tuviese algo de antropomorfia y un deseo pulsante propio (en otras palabras, como si un año fuera un ser). La repulsión a lo cursi me lo impide... en una vida atrás era salamera, supongo que a la madurez se le caen los pelos hasta de la lengua. Pero, justamente este 2020 se personificó en un monstruo amorfo, como si todas las pesadillas humanas se soñaran la misma noche y sus personajes siniestros vinieran de a uno bajo el manto de invisibilidad.   

Tiempos de pandemias virales... llamamos virus a un ente que viene a matar cuerpos y también sistemas. Catedrales filosóficas que se tumban junto a los contagios masivos de gente que no soporta verse aislada.  ¿Quién puede sentirse seguro sin abrazos?  

Las posturas sanitaristas de mantener a todos en las casas no sirve de nada, eh. La gente necesita del otro. Y lo venimos a ver, como siempre, con el contraejemplo. 

Eso es lo que nos vino a mostrar esta partícula nanoscópica, ya no nos podemos ver como números en una tabla. No había que darle un centímetro a la nostalgia, porque la nostalgia sin el otro es un círculo en caída. Hubo momentos de tirar la toalla, otros de pensar que no tengo mejor suerte que esta, otros de simplemente dejarme llevar. Como dice Krishnamurti, "dejar de lado tus filosofías, tus religiones, tus costumbres, tus tabúes raciales, pues ello no es vida". Quizás así sentimos que el mundo no-humano respira un poco.

¿Quién puede sentir que una máscara es lo normal? No se respira bien, no sale la voz como debería (duele la garganta de gritar), no vemos las sonrisas, no percibimos. Ahora, ¿cómo se puede entonces naturalizar un Burka? No solo quedar mutada, quedar sin mirada a lo público, ser un fantasma, un "muerto en vida" como leí por ahí. ¿Duele, no? Duele. 

Hay otro sistema que se tiene que tumbar. Aunque solo lo podamos ver cuando se caiga el mundo perverso que la testosterona mal sintetizada construyó para la dominación (no falta tanto). El mundo que oculta una parte de la femelle que vive en cada uno. Lo que percibimos es falta de empatía, paradójico, ¿no? No queremos estar sin el otro pero a la vez lo echamos de nuestro espacio. Al iniciar conversaciones: querer ganar un argumento, no construirlo. Al declarar nuestras posturas cerradas, no abrir a la erosión de otras posturas... porque muchas veces quien intenta entrar no es para añadir sino para tumbar, y mofarte en tu cara. Porque esa es la lógica que nos atraviesa, la falsa naturalidad de la ley de la selva -o matas o te matan-. Siendo la única especie que pone en riesgo al 90% de los suyos, y dentro de ese 90% la mitad siendo aún más oprimida, para conveniencia del 10%. Un poco pelotudos.

Pandemias, plandemias, miserias. Ojalá un almanaque pueda cambiar de un saque procesos de años o centurias. O quizás no intente cambiarlos nunca, si quedamos con los viejos rituales, con costumbres de antaño, con reivindicaciones basadas en comodidades. Matar simbólicamente al monstruo de doce meses, que no es otra cosa que el reflejo de la humanidad gobernante, con un plaguicida evolutivo. Matándonos la vida sigue, y los delfines vuelven a ocupar los canales donde navegaban yates de lujo. Aunque, como suponemos, las ideologías nunca se matan, sino que se suplantan. La única manera de superarnos es dejar de pensarnos en la misma lógica... no falta tanto... creo.

Por ahora, somos impotentes. Boyas en el océano, solitarias, aunque rozándonos. Sin romper las cátedras del exitismo, los fuertes del tener la razón. Los castillos de arena que se remueven y caen porque un grano se salió de lugar. Un grano que se escribe con a.