jueves, 20 de marzo de 2014

Metas

Y ya está. Y ya llegué. Y ya lo pasé; ya invertí y coseché. Así es como brillan las estrellas bajo la cara amarilla del día, me dije. Como el final feliz de una película que nadie verá, mi memoria es sólo para mí. Tantas horas, y momentos, y gente, y personas entrando y saliendo del telón invisible del camino de vivir, que recuerdo en colores, en sepia, o que ya olvidé.

Y ya lo logré. Una chica morena de un pueblo de gringos payos, abriéndose camino a través del mar de praderas y la jungla de cemento, a contra viento; no es tan fácil, verán. Y hoy me celebro, alimento el espíritu y canto al viento mis “yo puedo”, y que lleguen a oídos de los “no lo intentes”.

Y ahora miro al costado y atrás y me dejo limpiar por la lluvia salada que gotea debajo de mis pestañas. Porque me demuestro que si quiero, sí puedo. Y me dejo volar en una plenitud certera, un descanso en las escaleras pintado de verde y naranja; y como de un plato de frutas frescas, del árbol que cuidé, que vi crecer, que regué, desde hace 9 años... ya. La felicidad me inunda, aunque refloten penas antiguas, que rescato de lo profundo para dejarlas evaporar.

Y ahora miro adelante, a seguir abriendo caminos. Que lo innecesario se deja atrás, y se deja espacio para lo nuevo. Que lo necesario se agradece eternamente. Para volver a llegar, para volver a pasar, y cosechar. Sabiendo que si quiero, puedo.