jueves, 7 de enero de 2016

Ventana

Tengo un rincón en el alma donde guardo las mañanas de verano. Ésas que se empiezan bien temprano, cuando los autos no rugen aún por las calles. Mañanas de cada paso del estío: primero las perfumadas con tilo, luego las vestidas por flores de lapacho, y por enero las que me cantan suavecito una canción a trino de pájaro, para que me levante bailando. Mañanas que me abrazan con su brisa del sudeste, y acarician mis cabellos alborotados. Hoy la miro desde el sillón, con las ramas reverdecidas del árbol ya lleno de frutos como cuadro viviente. Y me cuenta lo que sueño -dormida y despierta- provocando sonrisas y sonrojo. Y añoranza, que con los rayos crecientes de sol se va olvidando.

Mañanas que ansío compartir con otro par de ojos...

¡Eh, muchacha, que la vida se te pasa! Me dijo una Noche de Verano, al calor de la leña encendida.

Si tan sólo se pasara despertándome cada día con frescas mañanas de verano...