miércoles, 29 de julio de 2009

Le Bel et la Bête II

Ya no sé si es inocente o cínico, travieso o descuidado, ya no sé demasiado, sólo sé que la flecha no apunta a mi blanco. Con tantos años arremangados en el alma, a veces me cuesta aceptar que el que no siente, gana –testaruda-. Todo puede ser una canción, un pedazo de letra siempre pega con alguna parte del universo. Nadie valora más a un poema que un poeta. Al decir una frase se puede evocar al dios de los deseos inalcanzables para que azote las espaldas de los infieles. Sólo accedo con esfuerzo a encerrarme en mi prisión de cedro, para que no veas que mis ojos se tornan azabaches al oler tu pelo. Pero qué ganas, qué inmensas ganas de demostrarte lo jugoso que puede ser morder esa manzana, dejar un hilo de excesos correr por la mejilla, cerrar tus ojos cielo en tardes peregrinas, y despertar en tus sentidos todas las cosas que nunca te atreviste a soñar. ¡Mirá, mirá lo que me hacés hacer! ¡Dejás que mi cabeza juegue carreras de imaginación contra ella misma, hacés que la adrenalina me deje exhausta aunque no haya movido un dedo! Hay un lugar en los cuentos donde la loba se enamora del cordero, y le beau du la bête. Por suerte no podés ver qué tengo guardado en mi manga… puedo hacer lo que quiera… lo que quiera… y ni siquiera tengo mirilla. Hay sólo un problema: me gustan las manzanas rojas, no las amarillas…