viernes, 10 de junio de 2011

Transformación


Tacones, medias, falda. Colgante y aros, tres o cuatro anillos, maquillaje, peinado. Me miro al espejo y veo la fémina que de tanta rutina mantengo encerrada, hasta que los viernes de luna menguante despliega sus alas y sale a sobrevolar la ciudad de madrugada. Me miro y me gusta lo que veo, porque soy yo misma en mi máximo destello. Y se siente tan bueno, saber que poseemos la llave del deseo, la cerilla de toda fogata. Que queremos y que podemos. Es el encanto de ser mujer, algo que sólo mi género puede saber, y que siempre nos delata.

Hoy me voy a buscar a mi lobo, por las dudas llevaré balas de plata.

martes, 7 de junio de 2011

Gris

La ciudad está ahí afuera, con su humedad cuajada, sus edificios grises y palomas pululantes. La muchedumbre va en bandadas, se junta, se choca, camina y camina. La gente lleva a otra gente en sus brazos: hijos, amantes, padres. Yo escondo las manos en los bolsillos. Las caras son polaroids del alma, ya no son espejos, ya no puedo verme reflejada.
La gente va en bandadas y yo contra la corriente, las rozo. Siempre fui una outsider, una observadora, que poco y nada puede hacer para mezclarse. La ciudad está ahí afuera, y yo aquí adentro mío, tan dentro. Si se puede perder la empatía, la estoy perdiendo, como pierde la vista una catarata de ensueño.
Siempre me gustó la soledad, esos ratos para mí, donde imaginar sin vergüenza. Y el gusto se hizo hábito, y aunque el hábito no hace al monje, como monja quedo. Sola rezando por salir de mi convento de silencio, mirando hacia afuera, deseando que algún alma de entre la muchedumbre me traspase, me embeba, me despierte.