viernes, 26 de abril de 2013

Bubbles

La mañana me encuentra años después de lo esperado, desprevenida e iluminada. Tarde, quizás, para revertir aquellos momentos donde la inmadurez y errados conceptos hicieron de mis caminos bifurcados un camino solitario. Pero los misterios de la vida son así, se revelan en el momento que no hemos de invocarlos.

La soledad es como la crisis económica del alma. Un apremiante detonador de miserias que impulsa al espíritu a moverse, a trascender. Creo que nadie sabe bien qué es lo que quiere sin antes transitarla, sin antes conocerse a sí mismo en un viaje introspectivo que nada tiene de bellos paisajes. Pero esta vez, más que ir hacia las profundidades, me escapé fuera de los límites corpóreos para verme en la distancia. Y allí la vislumbré, como una delgada monocapa, a mi burbuja.

Englobando todos mis preconceptos y creencias, mis gustos, pasiones y arrebatos, la burbuja asevera quién soy. Está perfecto, para alguien que se ha buscado siempre a sí misma, darse cuenta que en realidad siempre supo quién era. Miro alrededor, para tristemente confirmar que mi burbuja no es original (el concepto al menos). Pero pasa algo. La fina e invisible pompa que delimitaba mi ser frente a los demás, era la misma que impedía que alguien más entrara.

Hay un mágico momento en las vidas de las personas en los cuales las burbujas parecen estallar y a la vez volverse una... vivir ese momento de fusión es tan shockeante que asusta. Pero quién no quisiera sentir tal pulso de electronvolts, que te saca de vos mismo y te emplaza al mismo tiempo. Perderse en una ilusión compartida, reinventarse, explorar y dejar ser explorados, interna y externamente. Palpitar- electrizarse-palpitar.

Luego proviene la crisis de no saber si lo que uno era desapareció con la fusión o permanece en un rincón membranoso olvidado. Y se estira, se estira para volver a sentir más o menos lo que era. Y se da cuenta de que no. Y la duda crece. La duda no es mala, pero se puede mal usar; nos puede  aclarar... o detonar estragos. La fusión prosigue o desaparece...

Pero cada vez que dos burbujas se encuentran y se separan, dejan algo de sí y se llevan algo de la otra. No hay manera entonces de sentirse único... sin considerar todas las personas con quienes compartimos burbujas. En realidad entonces, la soledad es la espera y el motor que impulsa una nueva fusión.
¿Es cuestión de electrizarse un poco y dejarse fluir?



2 comentarios:

Anónimo dijo...

es cuestión de mirar de vez en cuando la trilogía de Antes del amanecer, y hacer mucha fuerza para que nos pase lo mismo....
(Ce)

Unknown dijo...

Que profunda reflexión .. merece más burbujas de champagne. Solo nos encontramos cuando nos abrimos