lunes, 18 de enero de 2010
Pato criollo
Cuántos tropiezos necesito para entender que nunca cambio. Que pasan los años y sigo como una adolescente imprudente que deja todo demasiado claro.
Cuántas lecciones tardarán en dejar una huella por mis campos, y el amor ya no me resulte algo tan hostil y uraño.
Que de a dos nunca he caminado -y tampoco me han llevado a upa-, y eso me está pesando.
A ver, cuando la escoba se desgasta sólo se usa para barrer el patio. Y cualquier comida que hagas con alimentos estropeados no da nunca buenos resultados.
Tampoco sirve un pantalón mal remendado; no salen las manchas de aceite ni las quemaduras de cigarros.
Pero nunca se sabe cuándo, nunca se está preparado, ninguna vacuna es 100% efectiva, no llegás nunca a estar inmunizado.
Peor es tener el corazón bajo contraseña, bloqueado. Que mueran los ególatras y los floggers, esos que vienen con la camarita adosada a la mano, y enfrente un espejo que les devuelve su miedo.
Si fueran los '70 sería hippie.
Por lo menos intento... nunca sé hasta cuándo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
hay q intentarlo siempre... siempre como la primera vez. no me imagino la vida sin esa adrenalina, sin esa emoción, sin ilusión. Por mas que me hayan golpeado tantas veces, no tiene sentido dejar de creer, que otra cosa queda? en fin
Publicar un comentario