
No quiero contar una historia, sino un sentimiento; no importa con quién sea, sino ése momento, que sacude imprevisible los tendones adormecidos y te deja, sencillamente, contento.
Las luces, la música, un trago, el baile. Quizás sea el escenario tridimensional el que predispone a un encuentro. Qué va, es una mirada, tan sólo cuatro ojos que se cruzan y la velocidad del mundo frena. Dejan a su paso un camino en llamas, como cordeles que tiran uno hacia otro, oliendo el perfume certero. Y te pasa sin siquiera conoceros.
Seduciendo el deseo, bailando al cortejo, entrando al trance de un mundo paralelo. A pesar de las camisas se sienten arder los pechos, y toc tocs de sangre fluída hacen que se te salga una sonrisa al vuelo. Y es eso, tan sólo eso. Luego dos bocas son una, y la humedad es como un premio... ahora un poco más cercanos, de oriente a occidente, corren caballos furiosos por las piernas y los dedos. Tan sólo eso. Pero qué cosa más sublime, despertar luego de un ensueño. Y el abrazo se vuelve pleno, con tres caricias apenas rozando el cuello, aferrándose a espaldas y caderas, jadeos. Es la seda más exótica la piel de un amante experto, el elixir de la vida se resume en un beso. Un exquisito, suave y lento beso. Tan sólo eso, tan sólo eso.