Se termina el año... qué cosa esto del calendario, al cual adaptamos desde las ganas de hacer cosas hasta nuestro humor. Cuando llega ésta época, la rutina, el estudio y/o trabajo ya hartan; uno se cansa del corte de pelo, del color de las paredes del cuarto, de la piel blanquecina y hasta de la marca de yerba con que cebó los mates durante meses. Particularmente, a veces uno está cansado de las emociones. Sean fuertes o debiluchas, cuando son muchas... a veces no son tan buenas. Este verano me recibe con aires hippies... algunos cuando estaban mal en algún lado (feeling sort of “bad vibrations”) simplemente se trasladaban a otros ámbitos para renovar el espíritu. Bueno, voy a adoptar en parte su filosofía (¡pero no su vestimenta!) y ampliar mi panorama conociendo otras realidades; dejar de ver este siempre-verde llano de nuestra pampa húmeda para llenarme los pies de tierra de siete colores y de puna los pulmones. Y quedarme escuchando el silencio ancestral de esos valles quebrados, con cielos límpidos y pueblos perdidos.Quiero de una vez liberar ese pájaro que sabe ser mi alma viajera, recordar cómo es esa chica aventurera que late en mí (aunque vamos a estar un poco roñosas lo admito, me la banco). Quizás así de alguna mística manera el viento norteño se lleve las viejas penas... para que adentro nazcan cosas nuevas.
2 comentarios:
siiii, sobre todo nos tenemos q traer poluveres tejidos en telar con lana de llama, son re calentitos. Y nena, la roña es lo de menos, lo importante es la caminata...
las flores alrededor del cerro.... son por los alucionogenos q vamos a degustar en alguna plaza llena de hippies en Tilcara? o es simplemente porque quedan bonitas?? mmmmmm bueno, ya veremos... jejeje
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