Será que te encuentro siempre así, cada mucho tanto. Será que somos ondas distantes en el espectro invisible del destino, que en un momento inoportuno cruzan sus vibraciones. Será que la piel resplandece en un brillo inconfundible, y
ahí estás, por encontrarme cuando ya nos perdimos. En esas veces de miradas
fulgurantes, no hay tiempo de espera para la mariposa, que en una noche debe
dejar de posar para legar su impronta, y entre los pastos del verano arriesgarse
a morir por amar…
Si el
canje de todas mis penas valiese tan sólo media noche más de veredas y fuentes, aún sería negocio. Porque creo que en esos momentos revivo, y así es como me gusta
verte venir, repentino; en los sentidos palpita el aroma de
lo imprevisible, en los recuerdos y en cada objeto que toco un rastro de perfume loco.
Porque cada
vez que te encuentro sé que me encuentro a mí misma. Que mi esencia no es
cautelosa, que mi ciencia no es la espera, que soy fuego y me quema y necesito
vivir. Vivir y sentir esos besos que de a ratos me golpean como mareas dulces
de un vino torrontés, y dejar a un lado
a la abuela y su collar de perlas que reza a lo que no es.
Será que muchas y distintas pieles poseen ese brillo
inconfundible, que a lo lejos las hace semejantes. Nos reconocemos cual almas que se tocaron en otras vidas, pero en ésta, sólo hay una luz de todas ellas que debe acompañarme. Sin remedio voy a seguir encontrándote, hasta que algún
día alguno de tus alter-ego acepte abrir la puerta e invitarme a seguir.
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