Tacones, medias, falda. Colgante y aros, tres o cuatro anillos, maquillaje, peinado. Me miro al espejo y veo la fémina que de tanta rutina mantengo encerrada, hasta que los viernes de luna menguante despliega sus alas y sale a sobrevolar la ciudad de madrugada. Me miro y me gusta lo que veo, porque soy yo misma en mi máximo destello. Y se siente tan bueno, saber que poseemos la llave del deseo, la cerilla de toda fogata. Que queremos y que podemos. Es el encanto de ser mujer, algo que sólo mi género puede saber, y que siempre nos delata.
Hoy me voy a buscar a mi lobo, por las dudas llevaré balas de plata.