Voy a ver al enamoramiento como un desafío y a los enamorados, un tanto caprichosos. El ego que todo lo come, y a todo quiere poseer, se fija en lo que no se puede alcanzar... miramos a quienes no nos miran, buscamos a quienes no nos buscan, nos buscan quienes no miramos, y así el círculo de la insatisfacción se extiende. Luego que se acaba la caza, se termina la adrenalina, pregunto qué es lo que queda. El romance embelesa o cansa según el día. Se recuerdan los buenos momentos, como si del presente fueran los dueños, al rato se cruza una nueva ilusión y la anterior se apaga sin dejar muchas cenizas. Sin más fuerzas que las instantáneas, momentáneas, pero tan poderosas e influyentes. Idealizamos al amor... sólo la ilusión trae desilusión, y el repentino deseo de desvanecerse, desaparecer. Tan sólo somos pobres marionetas en el teatro de la seducción, idílicos y despechados, lujuriosos y anonadados, terribles polichinelas mezclas de urgencias y satisfacciones, que van enredando sus hilos a medida que aparecen en escena. ¿Seremos mucho para un tierno cordero, y poco para un sanguinario lobo azul? En la vida, no hay más que probar que todo es real, lo que imaginamos lo traemos a vivir con nosotros.
Y lo que podemos sentir hacia otros no es perfecto, porque nadie es perfecto, en todo sentimiento humano hay competencias entre la idea y la imagen. Acarreamos hacia los demás nuestras propias falencias, señalamos en los otros nuestros propios defectos, en palabras más elegantes, “proyectamos” (según la psicología). Ahora cambio mi perspectiva. Puede ser que un día nos damos cuenta de que el tiempo que parecía extenso se nos acaba, que la gran variedad en el buffet de las sensaciones no provoca otra cosa que querer repetir el mismo plato (canción de los Enanitos Verdes), y así el que tuvo en su vida la experiencia, se remonta a ése origen de paternidad reconocida, y si no se lo inventa; querer parecerse a un procreador en la familia de ésta sociedad, más idílica que concreta... y sí, llega, como pasa con los años. No sólo las nalgas se caen, sino también el asombro. Y nos sumimos en el mismo lugar, aletargados en nuestros deseos, buscando más rutinas que saltos esporádicos, ¿más realidad?
Aunque, amigos, sin intención de juzgar sobre lo que se debe o lo que no (y jamás escucharán de mi hablar con ésos términos) algunas personas no pasan por ciertas etapas y siguen siendo amantes empedernidos, porque como todo es distinto, nadie es igual... sino el "amor" también sería aburrido.